El sábado 22 de Noviembre por la tarde acompañamos con nuestro repertorio de música sacra la celebración de una Misa solemne en conmemoración del 750 aniversario de la fundación de la Iglesia de Santa Catalina Mártir, oficiada por su Rector D. Francisco Ruíz y cuatro sacerdotes Operarios Diocesanos.
Los ochenta coralistas nos situamos en los últimos bancos de la Iglesia. Nuestros cantos resonaron acompañando cada uno de los momentos de la liturgia en este imponente y austero espacio gótico de la Valencia medieval que es Santa Catalina.
Canticorum Iubilo de Haendel / Benedictus del valenciano Salvador Giner / Ave Verum Corpus de Mozart /Santo de la Misa Alemana de Schubert / Da Pacem Domine de M.Franck con ése difícil canon que ya dominamos / la dulzura del Panis Angelicus de Lambillote en el momento de la Comunión / Benedicat Vobis de Haendel en la bendición final….
La Iglesia estaba llena a rebosar. En los primeros bancos se situaban personas significativas de la parroquia, y la fallera mayor infantil de la falla de la Plaza Lope de Vega, con la que linda Santa Catalina y que antiguamente se llamó Plaça de les Herbes.
D. Francisco nos había pedido que acompañáramos también musicalmente la celebración de una pequeña procesión, que se celebra desde la Edad Media, por dentro del recinto de la Iglesia como homenaje a la imagen de la Santa. También nos repartió unos textos para que pudiéramos cantar los Gozos de Santa Catalina.
Todo discurrió con sencillez y alegría. Terminó con la exclamación de su Rector “¡Viva Santa Catalina¡”.
En la Sacristía compartimos una picadita con sacerdotes y vecinos.
El Domingo 23 acudimos al
Cottolengo Padre Alegre de Benimaclet, cuyo salón de actos fue nuestro lugar de
ensayo durante los dos últimos años. En una visita de cortesía a su superiora, la
Madre Virginia nos informó del acontecimiento de la celebración del 75
aniversario de la existencia de esta institución en Valencia. Era probable que
la Solemne Misa fuera oficiada por el recién nombrado Arzobispo de Valencia D.
Antonio Cañizares. Nos ofrecimos para acompañarla, y aquí estábamos una vez
más.
A las 10 de la mañana se nos
convocó en el Cottolengo. Nos fuimos situando en el Coro, desde el que se
dominaba el espacio inferior de la Iglesia circular, moderna y acogedora.
El Arzobispo de Valencia ofició
esta liturgia cuyo centro fue la parábola del Buen Pastor.
Algunos enfermos asistían a la
celebración. La capilla estaba llena de personas vinculadas a la institución del Cottolengo.También las Hermanas Servidoras de Jesús, que tan bien cuidan de
todos los enfermos allí residentes. Fue impresionante y
precioso ver cómo en grupo renovaron sus votos de servicio y entrega a los más
necesitados.
Yo creo que esta vez nuestros
cantos sonaron especialmente emocionados y, como dice nuestro director musical,
si se canta desde el corazón suena mejor.
La Madre Virginia me manifestó
personalmente su satisfacción porque, según sus palabras, “acompañamos con
nuestra música cada uno de los momentos de la liturgia”.
Finalmente, en nombre de todos
los coralistas, se firmó en un libro de recuerdos.
También aquí se nos invitó a un
piscolabis, que con cordialidad compartimos con las Hermanas y las personas
cercanas al Cottolengo.
A las 12 nos reunimos en la
puerta principal para realizar nuestras fotos anuales, por voces y de grupo. Y
ante nuestra grata sorpresa, el fotógrafo oficial de AVAN, la agencia de prensa
del arzobispado, se prestó a hacérnoslas. Así que esta vez, tanto Roser como
Lola y Miguel tuvieron un aliado profesional.
Mercedes Puchades